El faro, proyectado por Emili Pou, se inauguró el 15 de mayo de 1861, con una luz fija.
La cotidianeidad de la vida en un faro fue variando sustancialmente con el paso de los años, debido principalmente al desarrollo progresivo de la tecnología empleada en el alumbrado marítimo. Sin duda alguna los tiempos más duros fueron los iniciales, cuando existían plazas de muy difícil desempeño, y en la que los torreros y sus familias debían vivir en islotes tan pequeños que en algunos de ellos el agua del mar, en días de temporal, entraba por las ventanas de las viviendas. Fueron bastantes las ocasiones en que, por culpa del mal tiempo, el suministro de víveres se tuvo que posponer hasta límites angustiosos.
Con el paso del tiempo el aislamiento fue resultando poco a poco más llevadero, debido a la incorporación de elementos como barcas a motor para los desplazamientos a los islotes. Así, en 1866 se sacó a subasta el servicio de lancha, por lo que en 1867 los marineros dejaron de vivir en la isla y se trasladaron al Puerto de Alcudia, debiendo realizar dos viajes semanales al faro, o viajes extra si los torreros comunicaban una necesidad urgente mediante la colocación de una bandera blanca.
En 1960 fue retirada la linterna, colocándose en su lugar otra no visitable y quedando en ese momento automatizado el encendido mediante válvula solar.
Este fue el motivo por el que, al siguiente año, quedó el faro sin personal residente.
Como en muchos otros faros, los torreros de Alcanada tomaron parte activa en el socorro de las víctimas de varios naufragios.